El Alto, 6 jun.- Cuando el camino de nuestro presente bordea las dificultades que debemos enfrentar. Intentamos asumir ese reto, aun así, esos obstáculos nos dejan con un temor activo, en nuestras acciones futuras, sin embargo, no desistimos y continuamos en la vida.
Pero existen algunos que retroceden y sus ansias los hunden en el abismo de la desesperación, empezando así a tener miedo y pensar, que será de su futuro, o donde acabaran.
Es por eso que escogen seguir los pasos o caminos del ambiente de la noche, que parecen fáciles de sobrellevar, teniendo como justificativo o pensamiento único el “ganar dinero y poder sobrevivir”. Pero no se dan cuenta de que eso, es solo el lado estético de la realidad, tan solo es una fachada que atrae a un sin fin de seres humanos, que se encuentran en una desesperación de necesidades personales, y se acogen al mundo nocturno del libertinaje llamado “el ambiente”.
La diversión que se vive, es solo un fondo de sombras envueltas en mentiras, traiciones, calumnias, injusticias, todo aquello que se puede hacer en contra de los valores humanos. Lo injusto es parte del cotidiano vivir, haciendo que su suplicio los encadene hacia la perdición. Y lo mal aprendido sea difícil de olvidar, ya que adquieren su nueva ideología asocial.
Se dice que todos merecen una segunda oportunidad, pero el ambiente de la noche, no contempla dicha opción. Porque su única posibilidad de sobrevivencia, consiste en que uno tenga algo de solvencia al despertar del día.
Al amanecer se pueden divisar en las calles, los rostros de aquellos que salen de los locales nocturnos, evidenciando una madrugada de diversión, gracias al grueso de sus billeteras. Su cansancio resalta su satisfacción, que no depara en tener algo de vergüenza y retornan a sus hogares, como si nada hubiera pasado.
Pero existen otros rostros que tienen el mismo semblante, los cuales muestran el castigo corporal, por no descansar, ni disfrutar de la noche. Es claro que, para ellos, esto forma parte de su cotidianidad, algunos abordan una movilidad, temblorosos, del despertar del frío de la madrugada o el pesar del cansancio.
Mientras otros acuden a un bar que empieza abrir sus puertas. Esto con el fin de celebrar una buena ganancia, o el poder satisfacer el requerimiento de sus vicios, sumergidos en el alcohol. A pesar de lo enrojecido de sus rostros, el maquillaje corroído, el desarreglo de sus cabellos y ropas. Ellos continúan el sentido de la supuesta vida de la noche, en pleno despertar del día.
Estas circunstancias son el resultado de vivencias en los suburbios o casas, en donde la compañía de una dama, se debe al precio que uno pueda asumir, o donde los colores de una barra de bebidas, puedan ser escogidas al criterio de la embriaguez, de un superdotado de las emociones.
Estos lugares no solo son frecuentados por quienes visitan el “ambiente”. Aquí también acuden aquellos, que a simple vista nos describen con su presencia, unas miradas de enfrentamiento, que van en búsqueda de algún incauto, a quien puedan abordar y sacarle provecho. Sus manos o su rostro, presentan huellas de un corte, que no lo ocultan, más al contrario lo muestran como si se tratase de un trofeo. Dejando en claro parte de su riesgosa vida y de que el pago de sus gastos sea de dudosa procedencia.
Si bien muchos acuden a estos sitios por necesidades, sus pensamientos cambian, ya que la noche los absorbe de su idea inicial (ganar dinero para sobrevivir), asumiendo así una ideología asocial, de poder sacar un provecho de quien no pertenece “al ambiente” o aprovecharse de aquel compañero/a que no se puede sostenerse de pie o que se encuentre aturdido/a por las pastillas que se usan para dormir a un cliente o “pavito”, como se dice en la jerga de la noche.
Estos son los rostros que se ven al amanecer del día, miradas llenas de cansancio, sonrisas con falta de sinceridad y abrazos que solo buscan algo que llevarse consigo. La realidad de la noche es una satisfacción de euforia para quien solo lo visita como cliente. En cambio, el ser que ha sido absorbido y corroído por la vida nocturna del “ambiente”, solo puede encararnos con su mirada resignada y ahogado/a en el abismo de la penumbra, su triste y desconsolado mensaje, “no me queda de otra” y esto, “es todos los días”.
Por: Franz Apaza Aramayo