18 ene.- Hace casi medio siglo, el intelectual quillacolleño Juan Guerra Mercado, demandó: “la participación de la Universidad en la planificación educativa nacional”.
Seguramente, ese planteamiento lo hizo por advertir que la universidad boliviana, se hallaba al margen del quehacer educativo, aunque al interior de la misma, se la “estudiaba” y aún se la hace, de manera sistemática, metódica y científica.
Los resultados ulteriores, proveen una gama de comentarios
Paralelo al postulado del intelectual quillacolleño, el Foro Debate “Problemática Urbana y Regional de Quillacollo”, realizado en febrero de 1979, organizado por la Junta de la Comunidad de Quillacollo (actual Comité Cívico) y el Centro de Estudiantes de Ciencias de Quillacollo (CECQ), recomendó: “exigir un tratamiento adecuado a la importancia de Quillacollo en los planes y programas proyectados en las instituciones departamentales y estatales”, implícitamente se demandaba, entre otros, la creación de un centro de educación superior.
Con el convencimiento de una universidad para Quillacollo, como imperativo, en enero de 1993, el Comité Cívico de Quillacollo, con la dirección de Lorenzo Flores Canedo, y en una acción directa, tomó las instalaciones físicas del Servicio Nacional de Control de Aftosa, Rabia y Brucelósis (SENARB), con el propósito de convertirlo en una Superior Casa de Estudios de Quillacollo.
La demanda social, que alcanzó una inédita participación y coordinación entre el Comité Cívico y la población de ese entonces, ganó las calles de la capital provincial, con esa impostergable exigencia; al principio pacífica, pero después, desembocó en la “toma” de esa instancia estatal.
Después de las respectivas negociaciones, se declinó la medida radical, para dar lugar a las gestiones, que se traducirían en la elaboración de una propuesta formal.
No obstante, el logro alcanzado de convencer a las autoridades de contar con una universidad propia en el municipio de Quillacollo, el ímpetu rápidamente se diluyó.
Desde hace algunos años, funcionan en Quillacollo una especie de dos sucursales de la Universidad Mayor de San Simón, los que no cumplen con los propósitos académicos, ni infraestructurales, y peor aún, no llenaron las expectativas de la población estudiantil, particularmente, uno de ellos.
Como agregado a esos desatinos, el actual alcalde de Quillacollo, Héctor Cartagena Chacón, en ocasión de su campaña electoral, incluyó en su “programa municipal”: funcionamiento de la “Universidad Metropolitana para Quillacollo”. A la fecha, y en la recta final de su gestión de esa autoridad edilicia, ese enunciado electoral, con seguridad, quedará como tal: en un simple enunciado; aunque éste sí, encontrará acomodo junto a su trillado slogan: “Hechos y no palabras”, al que se empeñan en revertirlos: “palabras y no hechos”.
Dentro de sus manifiestas limitaciones, la actual administración municipal, hace un par de meses, anunció la entrega de predios quillacolleños a la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba. Espacios que más bien, hubiesen sido destinados a una de las urgencias más sentidas quillacolleñas: una superior Casa de Estudios de Quillacollo, y no sucursales.
Más de 5 mil bachilleres, egresan de manera anual en esta provincia, de ellos, y en términos generales, menos de la mitad, logran su matriculación en las universidades de la región; otro porcentaje casi similar, buscan acomodo en la variada gama de institutos militares, policiales, comerciales y normales, la mayoría de ellos, acechados por la tendencia a la deserción, las que tienen su origen en la consabida restricción económica. El otro restante porcentaje, se resigna a la abstención o postergación de sus inquietudes.
El funcionamiento de una Universidad en la provincia de Quillacollo, cuya población actualmente supera el cuarto millón de habitantes, respondería con creces la satisfacción de la demanda de la juventud, quienes ya no observarían la limitante económica para sus propósitos.
El Siglo XXI, requiere de recursos humanos altamente calificados y competitivos. El avance de la humanidad, pese a su acelerado crecimiento, no lleva el ritmo a la expansión y al desarrollo de la tecnología, es ahí que la universidad, debe encontrar su rol.
Concretamente, el funcionamiento de la Universidad de Quillacollo, exige que se actúe con justicia social, con carácter prioritario y de manera inaplazable.
Su proceso, su financiamiento, su estructura, su visión, obviamente requieren consideraciones, pero el paso inicial, es la adopción de una contundente decisión de contar con una Universidad para Quillacollo. Ello sí, sería una real obra.
Por: Johnny Fernández Rojas (Periodista y gestor cultural)