22 jul.- A las improvisadas, aceleradas y simples remodelaciones de las vías que emprende actualmente el alcalde Héctor Cartagena Chacón, los comerciantes las ocuparan y opacaran antes y durante la Festividad de Urkupiña. Estas acciones son evidentes muestras del agobio y desesperación de su gestión, fruto de su impotencia y su actitud contemplativa.

Sin embargo, siempre hay una opción, sino una solución. La decisión de emprender una obra, tan sola una; compensaría y con creces los remiendos y curaciones que a la fecha exasperadamente, se hacen: la construcción de un servicio sanitario en el “casco viejo” de Quillacollo.

Principalmente los viajeros que llegan a Quillacollo, y a esta Plaza “Bolívar”, deben hacer los esfuerzos para ubicar un servicio sanitario privado, porque público, no existe

Encarar esa verdadera obra de pleno servicio social, de urgente y sentida necesidad y, principalmente, que satisfaga la imperiosa fisiología humana, representaría la única obra relevante, por lo menos, en los tres años de anodina permanencia en el edificio municipal. 

Para ello, y por el tiempo que arrecia para la Festividad de Urkupiña, tendría que recurrirse al mecanismo característico y preferido de la actual administración edil: la improvisación. Aunque en este caso sí, se la justificaría, porque ese emprendimiento tendría una utilidad y beneficio sin precedentes.  Cuando un usuario visitante o no, haga uso de ella, generará una alta probabilidad para que este “beneficiario” se acuerde, e inclusive, agradezca al alcalde de Quillacollo, porque esa autoridad puso al alcance de su necesidad, un servicio en el inmejorable momento de su desahogo personal.

Los anteriores alcaldes, también recibieron similar sugerencia acerca de esta lacerante demanda, que data de hace años, inclusive décadas. Ellos, al igual que el actual, no se atrevieron a ofrecer una opción para mitigar y aliviar una exigencia humana, expresado en el emplazamiento de un servicio sanitario moderno en Quillacollo. 

De persistir con la actual y sistemática privación de este imprescriptible derecho humano, los “demandantes”, y en atención a la interpelación de sus internos corporales, se verán más que obligados, a buscar en ese momento, sitios para el bálsamo satisfactorio, en algunos lugares de los muchos “considerados de apropiados”, y no se descartaría, que se recurra a los parajes donde a la fecha, se proceden a las remodelaciones de las vías, harta e injustificadamente publicitadas.

Como en el pasado, el desesperado visitante o no, las circunstancias le obligarán inexcusablemente a asumir acciones de inevitable emergencia, y salir arrebatadamente de sus sentidos aprietos. 

Una vez consumado y diluida su ansiedad personal, habría superado su padecimiento coyuntural, sin embargo, las inmundicias diseminadas en la infinidad de espacios, estarán expuestas a la intemperie y por doquier, como una especie de vigilantes y de observadores de la inoperancia municipal, inclusive, con “expresiones” desafiantes a la dejadez edil. 

Las porquerías que se las observó “siempre”, ya asumieron inclusive, la categoría de “tradicionales”. En este inminente contexto, las bazofias y excreciones “implícitamente exclamarán”, y esta vez con propiedad: “hechos y no palabras”.

La alcaldía cuenta o contaba con cuatro artesanales y rústicos servicios sanitarios. Uno inexplicablemente cerrado hace varios años, ubicado en la intersección de la Av. Gral. Pando y Santa Cruz, que además contaba con duchas. Otra, emplazada en la Plaza de Granos, y las dos restantes, en el Mercado Central.   

Estos tres únicos espacios en “funcionamiento”, abiertamente deficientes para la satisfacción fisiológica humana, y que hacen gala de condiciones inhumanas y carentes, hasta de dignidad; a lo que se suma, la desconsiderada atención, ineficiente control en la recaudación y otras privaciones. En consecuencia, los tres servicios sanitarios, cuyos interiores no superan los 20 cubículos, ni milagro por medio, darán abasto a los cientos de miles que visitarán este municipio en la Festividad de Urkupiña. 

Ni siquiera en los cantones provinciales o comunidades agrarias, se asemejan a este estado de situación. Pese a las diferencias culturales, ellos sí cuentan con letrinas no sofisticadas, pero, apropiadamente mantenidas. Allí sí, existen autoridades que realmente interpretan el clamor popular.

La gestión de Cartagena Chacón, parece haber asumido una cómoda posición: lo urgente, lo imprescindible y lo impostergable, es relegado y sentenciado a su suerte. 

Obviamente, ello se constituye en una censurable irresponsabilidad para con la población, una contundente incapacidad de asumir con seriedad una gestión y una definitiva impotencia para cumplir con lo prometido, es decir, “palabras y no hechos”, aunque en la actualidad, se advierte que el principal funcionario municipal, se esfuerza insistentemente para invertir el orden de esas palabras, sin embargo, la esterilidad de las mismas, hacen que la palabrería cobre protagonismo.

El poco tiempo restante de la actual gestión municipal, es considerada por la población, como una “eternidad”. Lapso en el que, se seguirá desdeñando el ansiado desarrollo coordinado, la metódica postergación de una transparente administración, la notoria carencia de un personal altamente competitivo y, fundamentalmente, el atrevido desplazamiento de los criterios y las visiones que garanticen un futuro esperanzador. Salve Quillacollo.

Por: Johnny Fernández Rojas (periodista y gestor cultural)